[FB] Confundiendo cualquier expectativa [Danniel Lannister]

La justicia nunca se ha repartido por partes iguales y cualquiera con un cierto sentido podría verlo con claridad, y es que ahí está la clase social para comprobarlo, los ricos y los pobres, raramente puedes encontrar el término medio de todo. Erika se podría considerar afortunada de nacer en la familia más importante de Poniente, pero todo lo bueno tiene su lado malo, la locura en su familia tocó fuerte, y su padre es la prueba de ello. Maldad e injusticia van de la misma mano muchas veces, y ella fue reconociendo poco a poco esas amigas.
Mientras que su hermano mayor y primogénito viajaba y tenía sus libertades, ella corría por los pasillos del Castillo sin poder salir, vigilada y custodiada como cualquier pajarito enjaulado. Educada entre libros, vestidos y joyas, fue considerada como envidia de muchas damas y mujeres de todo el reino. Puede que nadie fuera consciente de sus propios deseos, de sus ganas de salir de  su jaula, puede que simplemente su hermano fuera consciente en un cierto sentido, ya que desde que ella tenía 11 años la ayudaba a escapar a hurtadillas de los ojos de su padre. Y es que Rhaegar era el único que le traía felicidad, el único que la sacaba de su suplicio.
Abandonaba los vestidos para poner simples ropajes de niño para visitar la ciudad como una ciudadana más, como una niña para jugar libre. Visitar y hablar con otros niños de su edad, y es que hoy era un día de esos, que a pesar de la ausencia de su hermano, ella se envolvía en viejas telas desgarradas y desgastadas, tapando sus cabellos y casi su cara para corretear entre las calles de la capital.
-¡Dejad de jugar por aquí!¡Que me espantáis los clientes!- Decía la dueña de uno de los mejores burdeles de la capital y madre de Alhey, uno de los niños con los que jugaba la princesa. Se podía considerar que Alhey era el mejor amigo de Erika, y es que llevaban una amistad desde los 11 años, era un chico delgado, menudo con 3 años de diferencia con la princesa. Aunque esa amistad brotó por el simple juego y correteos, Erika era incapaz de decir su verdadera identidad ya que no era de gusto ser tratada diferente a ellos.

A pesar de sus modales, no olvidaba ser una niña, salió del burdel junto a Alhey mientras su madre los echaba a escobazos, no es porque Erika fuera tan rebelde, era que simplemente a su amigo le encantaba sacar de quicio a su madre, probablemente un intento para llamar su atención, que todo hijo intenta hacer de una manera u otra a su madre. Aunque este niño a pesar de su corta edad era un terremoto, al igual que su hermano mayor, la hiperactividad era una característica de esa familia y a Erika le parecía divertido a la vez que admirable.
- vámonos - le decía su amigo con ansia mientras salía por una de las puertas laterales del caserón - nos están esperando - terminó mirando a su alrededor, era costumbre para los niños de la zona de subir la Colina de Rhaenys para jugar en los jardines cercanos a Pozo Dragón.
Por un segundo Alhey y la princesa se detuvieron al ver los caballos enfrente de la puerta, era costumbre ver a clientes en aquel Burdel algo fanfarrones de dinero, pero no tan jóvenes como el que estaba enfrente. Erika quedó con su cara y cabello rubio, sus ojos verdes y el temor a que la descubrieran fue creciendo. Se colocó su capucha mejor para tapar su rostro y corrió para seguir a su amigo por una callejuela hasta la cima de la colina.
Se podían escuchar los gritos y risas de los niños en la cima, Erika se mantenía en silencio, con el remordimiento y la sensación de volver al palacio.
-ya has llegado con tu doncella - uno de los niños mayores le dedicaba esas palabras a Erika con retintineo. Eso le sacaba de quicio tanto a ella como a Alhey.
-¡Cállate!- le decía Alhey.
- ¿Ah que eras tu el que quería convertirse en caballero? Pensaba que sería Fredric- seguia el niño. Erika ya tenia un mote, un sobrenombre en aquel barrio "Fredric el afeminado", algo normal a simple vista y es que vestida con aquellos harapos cualquiera pensaría que era un niño con expectativas de futuro de no engendrar herederos. - El por lo menos  no tiene un hermano ladrón, pero creo que coger una espada le romperá la uña- se echó a reír a carcajada limpia. Cómo no, el era el mayor, al que todos admiraban y ese par solo los payasos de turno al que no cumplirían ninguna expectativa.
- ¡que te calles he dicho!- Alhey le intentó empujar, algo inútil para su corta altura y su poca musculatura. Y es que la justicia no estaba bien repartida, tanto ricos y pobres tienen sus aquelarres y los niños pueden ser muy crueles muchas veces.
Alhey fue tirado al suelo en ese mismo intento, y le fue arrancada una pequeña espada de madera que sujetaba en su cinturón. -¡devuélvesela!- al fin Erika le alzo la voz.
- ¿qué esto?- le dijo el chico dudoso -está bien- hizo un pequeño amago de entregársela antes de lanzarla lejos, dentro de las ruinas - si la quiereis, id a por ella - el resto de niños se sorprendieron, pero es que parecia un simple espectáculo para ellos.
-sois despreciable- dictaminó la princesa antes de correr hacia las runas para empezar a intentar escalarlas.

Podía considerarse una princesa testaruda, algo cabezota para seguir sus propios pensamientos, sus instintos, sus ideales; y es que no abandonaba la intención de subir aquel muro pedregoso, clavando sus dedos entre las grietas de aquella ruina. Se podían oír los aullidos y burlas de los niños desde abajo, incluso ellos apostaban si Erika saldría de las ruinas, o conseguía mismo subir por aquella pared y así mismo si saldría con una pierna rota. Y es que aquellas ruinas podían ser una gran trampa para ratas, su suelo no era muy estable, y es que había agujeros que podían entrar en las entrañas de la misma tierra. Lo que una vez fue un refugio para los Dragones de su Familia ahora era un simple montón de rocas mal colocadas simulando una estructura que una vez fue.
Cuando al fin alcanzó la cima, deslizo su delgado cuerpo por una de las columnas con cuidado de no caer – ¡Fredric!– chilló asustado Alhey por miedo a que su amigo no saliera de ahí, era un simple trozo de madera, y él estaba arriesgando su vida por aquello, un simple orgullo. Todos quedaron en silencio, con el aire en sus pulmones al ver desaparecer la silueta de la princesa, incluida ella misma. Pisó con cuidado aquel suelo y buscó con la mirada la espada, no estaba a más de unos metros de ella; entre agujeros, trozos de metal oxidado y rocas. La tomó con sumo cuidado, mientras empezó a escuchar voces bajo suya, el corazón lo tenía en un puño, y no era para menos, no quería que la descubrieran, fuese quien fuese, no quería que su padre se diera cuenta de sus escapadas mañaneras.
Era bien sabido que Pozo Dragón ha estado precintado y cerrado durante siglos bajo sus puertas de bronce, cerrando y escondiendo de su interior los cuerpos calcinados de aquellos que osaron acabar con los Dragones. La posibilidad de que pudiera salir era muy remota, a menos que escalara de nuevo por los muros. No solo ella era consciente de ello, sino también los niños que estaban a fuera, los que pasado unos segundos desistieron y se pusieron a jugar mientras Alhey quedaba mirando a lo alto del muro, con sus manos orando que saliera su amigo ileso de aquella broma de mal gusto.
Las voces de debajo de sus pies, hacían eco, a pesar de los susurros que podrían ser, no imaginaba cómo podría haber hombres bajo las ruinas, camino cerca de las paredes que bordeaban la ruina, hasta darse cuenta de que las puertas estaban abiertas y que dos guardias de capa blanca vigilaban por si alguien entraba, por un instante, Erika imaginó que su mismo padre estaba allí, y eso la asustaba, la atemorizaba tanto. Cogió una pequeña piedra del suelo para lanzarla en cuanto se acercó a una de las puertas, la piedra salió volando al sentido contrario, haciendo distraer a los guardias y poner atención aquella dirección. La princesa aprovechó para salir a hurtadillas  en la dirección contraria – ¡Oye! – uno de los Guardias se dio cuenta de la jugarreta al ver aquel niño salir corriendo, ambos guardias salieron corriendo tras aquel pequeño espía.
–¡Corred! – gritó Erika al llegar cerca de los niños con la espada entre las manos. Todos se quedaron un segundo mirando a ver qué pasaba, al ver los guardias todos los niños se dispersaron y empezaron a correr por las callejuelas incluido Alhey, que seguía a Erika, a pesar de la rapidez de ella. – Ve a casa! – le dijo mientras le daba la espada, ya era hora de que todos se fueran a sus casas, aunque aquella persecución provocaba gracia a todos los niños, Erika tenía el corazón en un puño por miedo a que la cogieran.

-¡Mierda!- dijo uno de los guardias al ver cómo todos los niños se desaparecían entre callejuelas, aunque solo tendrían que buscar solo al muchacho que salió de las ruinas, no podían abandonar su puesto si no era por una orden. Pararon en seco ante el grupo a caballo - Buenos días - la pareja de capas blancas saludaron casi al unisono. Se quedaron observando unos instantes dudosos al no ver ninguna insignia que les hiciera reconocer a los hombres que estaban frente a ellos - ¿Aquel chico es suyo? - apoyaron sus manos encima de la empuñadura de sus espadas - ¿de dónde venís? - no era nada extraño encontrar a niños que trabajan para hombres por unas simples monedas.

Los pies de la princesa no paraban de correr, parecía que saltaba como una gacela ante un cazador furtivo, y es que bajaba las callejuelas bordeando el lecho de pulgas sin adentrarse en él, empezó a frenar el paso hasta llegar a la calle de los telares; al notar que nadie la perseguía, hoy se había arriesgado tanto, que ya dudaba si volver a salir a hurtadillas. Se paro ante los puestos de telas, era una zona bastante cara, ya que era una zona muy próxima al castillo.

No era raro para la guardia real encontrar en la capital a leones de Occidente, después de todo la misma mano del Rey era Tywin Lannister, y ya era algo normal y previsto encontrar de vez en cuando miembros de la familia Lannister rondando por Desembarco del Rey.
Entrar y salir del Castillo era bastante complicado y las únicas oportunidades que tenía Erika para escaparse era en los cambios de turno de los soldados, o algún despiste de salida o entrada de carruajes. Esas pocas oportunidades las aprovechaba y las alejaba de las clases y rutinas del castillo, era evidente que le encantaba alejarse de las clases de bordado de la Septa Maphire, aquella mujer era fría, seria, con mucho genio, a la que la princesa no podía ni tragar. La que se volvía loca buscando a la princesa por los pasillos del castillo para poder encontrarla y llevarla a sus clases, muchas veces las intervenciones de la Reina Rhaella la salvaban de algún que otro castigo o riña. Aunque es más preferible que la Septa se volviera loca y chillona con ella que el propio Rey, o incuso su mano, Tywin, que tenían un carácter parecido, parecía que fue elegida a dedo a posta para coincidir en ideales.
La única entrada al castillo unía las calles principales de la ciudad en una sola, dejando al descubierto el camino de piedra que proviene del centro denla ciudad. Las grandes puertas de madera permanecían abiertas durante el día y un grupo de guardias daban la bienvenida a todo el individuo que intentaba entrar.
Erika se metía entre los arbustos cercanos al camino y esperaba con paciencia una oportunidad, un despiste de los hombres que allí aguardaban. Hoy era un día bastante concurrido para el mismo castillo, varias carretas con el emblema de la casa Lannister subian por la Colina de Aegon hasta los guardias, que parecían no inmutarse ante ellas , ya que permanecían en su puesto solo preguntando al primer conductor. Tywyn tenía bastante poder como mano y si esas carretas eran suyas no había ningún hombre que se las tocase. Ventaja para los Lannisters... Ventaja para la princesa para colarse en el interior de la última de ellas. Un medio de escape al fin y al cabo. Ya cruzado el muro que rodea el castillo se podía sentir mas tranquila. Y esperar a llegar hasta los patíbulos para buscar su ropa.
Abrió un gran baúl que trasportaba el carruaje, el cual estaba cargado de ropa, no dudo ni un segundo, al notar que se detenían, se metió dentro de el, hizo hueco su cuerpo menudo, removiendo la ropa a los lados y dejando la tapa entreabierta para respirar.

No era una buena idea meterse en aquel baúl, aunque era su medio para entrar a la fortaleza roja sin ser vista. Pronto unos hombres cargaron con aquel pesado baúl y no quedaron mudos para quejarse entre ellos el esfuerzo que les provocaba llevarlo para subir por las escaleras de la torre.
Fue un acto reflejo, una acción que no tuvo tiempo de calcular o pensar. Era más que visto que la tapa de aquel baúl se iba a cerrar con el mínimo esfuerzo, con el mínimo empujón y le cortaba las alas a ella, le impediría escapar de allí con facilidad y le cortaba el único modo de coger aire.
Cuando notó que la posaron en el suelo intentó levantar la tapa con sumo cuidado, pero era inútil, la manilla de oro macizo quedó enganchada y la única manera era abriendo desde el exterior. Sus oídos estaban en alerta y es que si o si la iban a pillar, viva o muerta. Empujo con todas sus fuerzas para dejar un fino hueco en la madera para coger aire. Escaso pero suficiente para aguantar todo el tiempo que tardaron en abrir la tapa. La luz entraba de golpe, cegando unos segundos  la vista de la princesa, aquello era lo que había ansiado por minutos y es que sus pulmones se llenaban de aire. Se levantó de golpe lanzando la ropa a los lados, ignorando al sujeto que se hallaba delante. Tenia la respiración agitada necesitaba que el oxígeno llegara al cerebro para reaccionar - ¡por los siete, vístase!- reaccionó al ver el cuerpo desnudo del chico. Le lanzo la ropa desviando la mirada para no ver sus intimidades - no le tengo que dar ninguna explicación...- no se retractaba ni se rebajaba aunque no estuviera en la posición para hacerlo - no estoy ni he estado aquí y sus ojos no vieron nada...- finalmente sentenciaba mientras salía de aquella caja de madera. Era la primera vez que un hombre estaba desnudo frente a ella y eso la ponía mas nerviosa.
Empezó a rebuscar en sus pertenencias a ver si encontraba algo con qué taparse para llegar hasta su cuarto.

Aquella habitación pasó en segundos a ser una completa revolución – No pienso quedarme mucho, siento molestarle – decía sin desviar la mirada de la ropa, no quería ver más allá de lo ético y lo moral, encontró al fin una capa, roja con bordados dorados – Lannister… – susurro mientras la observaba detenidamente, – si fuera una espía sería de las pésimas.. aparte no creo que me interese espiarle – dio la vuelta a la capa, dejando por encima la parte interior de ella, para que no se vieran los bordados, necesitaba cubrir aquellas prendas de plebeyo, de niño, retiró su capucha dejando caer su melena plateada por encima de la capa. Recogió en silencio la ropa de nuevo al baúl – Mejor déjeme pasar antes de que me encuentren aquí… no es conveniente que le vean a usted desnudo, pensarían algo que no es, y por muy Lannister que sea usted no se libra de que sea ejecutado por mal entendidos – ella estaba calmada, sabía que el chico no iba decir una palabra, no porque aparte nadie le creería, sino porque las consecuencias serían para él también.
Volvió hacia la puerta para poder pasar – No se preocupe… le devolveré la capa – Al fin sonrió, intentando ser amable.